lunes, 17 de noviembre de 2014

No Vacancy

No recordaba de dónde venía ni lo que había sido antes. Me sentí como al despertar dentro de un sueño.
Estaba en un lugar tan conocido como extraño. Me acosaba la sensación de haber estado ahí millones de veces, pero todo lo que veía me parecía tan raro, como la calle donde jugabas cuando eras niño, revisitada unos treinta años más tarde.
Era de noche y un resplandor parpadeaba en la acera cercana.
Yo no era yo. No tenía ojos ni oídos y sin embargo veía y escuchaba. No tenía un cuerpo humano, pero sentía y pensaba como tal. Es más, pensaba en ti.
Tenía la sensación de pertenecer a algo más grande. Era parte de una flor, pero no como aquellas que desprenden enervantes aromas. Era parte de una flor tan frágil, que con el leve silbido del viento, fui arrancada de su tallo, y comencé a volar. Fui una sola espora de diente de león deslizándome sobre las corrientes.
Sin voluntad alguna me elevé hasta quedar de frente a una ventana iluminada. Para mi sorpresa tú estabas ahí, bañado de luz, sentado en el centro de una enorme habitación vacía, mirando hacia la ventana.
Quise detenerme a espiarte, pero empecé a caer tan lentamente como los paracaidistas que veíamos agrandarse en el cielo desde el jardín en Tequesquitengo. A modo que descendía, fui descubriendo cientos de ventanas idénticas a la tuya, pero las luces estaban apagadas. Bien pudiera todo el mundo haber estado dormido, pero más bien, me dio la impresión de que todas las habitaciones estaban vacías y sólo tú habitabas el penthouse de aquel enorme edificio.
Casi llegando al piso vi a un par de personas acercarse a la entrada. Echaron un ojo dentro, miraron hacia arriba y se marcharon sin entrar, tocar o decir nada.
Un viento amigo me impulsó de vuelta a tu ventana. Escuché unos golpes rítmicos, te pusiste de pie y abriste la puerta.
-Señor, ¿Todo bien? ¿Se siente cómodo en nuestras instalaciones? ¿Qué le parece nuestro servicio? ¿Desea prolongar su estadía? Déjeme comentarle que es el mejor huésped que hemos tenido jamás y es un deleite tenerle con nosotros, es por eso que deseamos hacer su estancia confortable y si le hace falta algo, por favor, no dude en hacérmelo saber, que personalmente me haré cargo de cualquier cosa que necesite.
- Quisiera hablar con la dueña para el asunto de la luz. Me gustaría que el edificio completo estuviera siempre iluminado.
¿Qué clase de petición era esa? Imaginé que te mandarían por un tubo, pero la voz del otro lado de la puerta se apresuró a decir:
- Señor, faltaba más. Haberlo dicho antes. Yo soy la dueña y el edificio entero está a su disposición.
Por más que hubiera deseado seguirlos espiando, me arrastró una ventisca hasta la punta del edificio y todo fue claro. En lo alto parpadeaba un letrero iluminado con neón: ALAS’ HEART HOTEL. No Vacancy.
Todo el edificio se encendió de un momento a otro.
Abrí los ojos, como quien despierta dentro de un sueño. No recordaba de dónde venía ni lo que había sido antes. Estaba recostada sobre tu pecho, el que sentía un lugar tan conocido como extraño. Me acosaba la sensación de haber estado ahí millones de veces, pero todo lo que veía me parecía tan raro, tan perfecto. Yo no era yo. Era alguien mucho más iluminada. Tenía la sensación de pertenecer a algo más grande, una sensación de destino.

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