viernes, 11 de noviembre de 2016

Hablar... comunicarse nunca es tan fácil como se dice, es siempre el problema.
Todos tenemos un yo secreto que a veces dejamos salir y vemos en seguida marginado, censurado, reprimido por las reacciones de otros y cedemos, siendo prisioneros en nuestro actuar social.
La mentira es nuestra bandera para no dañar a otros, para ser aceptados. La mentira es nuestro caparazón, nuestra protección más humana ante la sociedad, ante nosotros mismos.
La sociedad tiene una doble moral: dice amar la honestidad y en realidad la repudia.
Voy a intentar por un día ser honesta con todos los problemas que eso desencadene y ver si realmente vale la pena...

martes, 8 de noviembre de 2016

Los insomnios se han hecho más crudos.
No duermo hasta que me caen las 6 o 7 de la mañana. Estoy cansada. Los ojos me pesan y por más vueltas que de, no logro dormir.
Intento auto-hipnotizarme, ver paisajes de calma... imaginar que remo en un lago apacible a media tarde y entran los pensamientos que no me dejan en paz.
Leo artículos de facebook... nunca había leído tanto y todos, de noche, me confirman lo que dudo de mañana: que no conozco a mi pareja, que no puedo empatizar con él porque no conozco su lado oscuro, porque nuestras pláticas son superficiales y a veces se asoma... a veces un pequeño duende irritable, lleno de juicios aparece cuando está borracho, cuando llegó al extremo y se saca de quicio, pero no sé de dónde viene ni a dónde va... no sé si está siempre presente y el resto es una máscara social que le evita el conflicto.
A veces me siento como si hubiera creado esa máscara para mí, para ser aceptado por mí y en lugar de verlo como halago, siento que mi vida es un fraude. Luego la cabeza no lo ve así. La cabeza me hace razonar que es amable y lindo, simpático aunque de humor mordaz... y siento en el fondo que ese humor es un escudo ante la emoción... pero sin la emoción lo siento frío.
A veces siento que si lo dejara, lo lastimaría... pero luego me pregunto... me pregunto si sentiría algo. Lo siento falso y eso me corroe. A lo mejor no lo es, dice mi mente, pero no hay manera de saberlo.
Cuando indago en sus traumas, me resulta increíble que no tenga ningún recuerdo de dolor insoportable, de algo que no pudo perdonar, de algo que lo conmovió hasta los huesos. Pareciera estar demasiado "sano" jajaja, pero a la vez me desconcierta. No es que busque enfermedad (o ¿sí?), sino que acabo preguntándome en fondo si estará tan vacío... o si es frío a un nivel sociopático... o si es mentiroso... o si de verdad está bloqueado, o si no me tiene la confianza...
Me siento en una ambigüedad mortal que es algo siniestra.
Mi lado más fantástico lo ha visualizado como un brujo o un espía.... y sí, es mi lado irracional que está bien controlado... pero el hecho de que mi pareja, tan aparentemente calmada y maravillosa me genera paranoia en un nivel muy leve, habla mal de mí y de la situación... lo peor es que si fuera realmente un brujo o un espía, sería mucho más interesante.
La cosa es que mi lado racional lo valora, disfruta de su presencia, de los detalles... físicamente me gustan sus aromas, su presencia, su tacto, pero mi lado emocional está intranquilo.
Esto puede denotar que estoy muy enferma, que mi complejo de nightingale no encuentra satisfacción, que no soy una persona estable y claro, todo es mi culpa.
El problema es que lo quiero, que me he abierto con él y le he dado esa confianza, que disfruto en varios aspectos nuestra rutina, pero... no soy feliz, o lo soy parcialmente y hay otra parte llena de ansiedad, inconformidad, culpa y hasta miedo... y eso no está bien.
Tengo que ser honesta. El problema es que ante estas situaciones me siento sola e incomprendida.
Si lo dejo, voy a sufrir y él puede que sufra, y si sufre mi complejo de nightingale aflora y lo voy a querer más, pero regresará para ser lo mismo.
Me queda claro que no quiero montarme al tren de nadie. No quiero adaptarme al plan perfecto de un hombre que es tan generoso de hacerme espacio, sólo porque en el plan está un pasajero de viaje, no un compañero.... pero tampoco quiero que alguien se monte en mi tren, especialmente si mi tren justo ahora no tiene destino, porque me siento culpable de llevarlo a ninguna parte y la responsabilidad es toda mía.
Siento que él es un pasajero... que espera a que yo diga si quiero hijos, si quiero casarme, si quiero hacer una vida con él, pero él no opina de nada... le gusta demasiado lo seguro y el confort... y prefiere no mover las aguas, no discutir, no encontrar su propia búsqueda y me altera.
En todo lo que decido me siento egoísta y él no se queja.
Estoy harta y luego no. Luego es "wait and see", pero no puedo esperar y ver mucho más.
He sentido conexiones más intensas con otras personas, con personas que no conozco de mucho tiempo... y a veces se me va la fantasía a las posibilidades... vienen crushes pasajeros, que no se desarrollan porque mi mente los detiene, pero mis emociones vuelan lejos de donde estoy parada.
No sé qué hacer.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Los malos en las historias de amor también sufrimos.
Los románticos, cabrones y cobardes...
Somos los incomprendidos, los que damos oportunidades para no ver sufrir al otro hasta que lo hacemos sufrir irremediablemente.
Somos los que cedemos por no parecer defectuosos, porque lo que visualizamos en nuestra imagen de vida no es compatible con la de otros... pero acabamos insatisfechos y frustrados.
Nos enamoramos y damos todo hasta que nos desenamoramos. Amamos y no nos es nunca suficiente una calma imperturbable sin sobresaltos.
Somos los a veces dramáticos, a veces pragmáticos.
Los que dudamos de todo, especialmente de nosotros mismos y no encontramos consonancia entre el corazón y la mente.
Nos sentimos intrusos en nuestra propia casa, extraños con nuestra propia gente.
Curiosos por el mundo, por la vida, por los momentos compartidos de intensidad arrobadora que mueren cuando se establece una rutina.
Siempre hambrientos en espera de algo que nos asombre, de alguien que nos maraville no con su realidad, sino con sus "posibilidades".
Buscando eternamente salvar para ser salvados... Sin la salvación no hay entrega.
Y la búsqueda es eterna, lo esperado nunca llega y la culpa es insostenible.
Culpables para los otros, culpables ante nosotros mismos, no hay descanso.

Los malos en las historias de amor también sufrimos.
Los románticos, cabrones y cobardes...
Somos los incomprendidos, los que damos oportunidades para no ver sufrir al otro hasta que lo hacemos sufrir irremediablemente.
Somos los que cedemos por no parecer defectuosos, porque lo que visualizamos en nuestra imagen de vida no es compatible con la de otros... pero acabamos insatisfechos y frustrados.
Nos enamoramos y damos todo hasta que nos desenamoramos. Amamos y no nos es nunca suficiente una calma imperturbable sin sobresaltos.
Somos los a veces dramáticos, a veces pragmáticos.
Los que dudamos de todo, especialmente de nosotros mismos y no encontramos consonancia entre el corazón y la mente.
Nos sentimos intrusos en nuestra propia casa, extraños con nuestra propia gente.
Curiosos por el mundo, por la vida, por los momentos compartidos de intensidad arrobadora que mueren cuando se establece una rutina.
Siempre hambrientos en espera de algo que nos asombre, de alguien que nos maraville no con su realidad, sino con sus "posibilidades".

viernes, 4 de noviembre de 2016

Sueño con hacha

 Los sueños con mi padre han cambiado. Antes eran aterradores, llenos de ansiedad. Soñaba que estaba secuestrada por él y no encontraba salida, o rituales siniestros para resucitarlo...
Pasados unos años de su muerte fueron menos horrendos cada vez, hasta que tuve un buen sueño, hace meses, donde estaba vivo y era amigable, tuvimos una buena conversación y sentí mucha paz.
Anoche soñé con él en otra situación. Teníamos que defendernos de unos asesinos. Estaba en una casa grande, como una hacienda y había mucha gente, entre ellos algunos amigos (nadie que ubique realmente), pero había dos asesinos que nos tenían amenazados a punta de cuchillos.
Yo estaba en la cocina con mi padre y encontrábamos cuchillos. Le señalaba que en la pared tras él, por encima de su cabeza, había objetos de cacería y entre ellos un hacha larga.
Él la miraba y yo sentía miedo de que los asesinos me hubieran visto señalar y se dieran cuenta de que había un hacha ahí.
Él la bajaba. Yo estaba sosteniendo una copa de vino tinto y me sentí segura en cuanto la tenía en sus manos, cuando lo veía desvanecerse. Escuché un disparo y noté que había un francotirador que la había dado en la cabeza, aunque no le vi el agujero de la bala antes de caer. Yo estaba muy asustada, nerviosa y sin sensación de mi cuerpo. Derramaba el vino de la copa, sin tirala. Los asesinos venían por detrás. Movía el refrigerador para cubrirme de la ventana y escuchaba otro balazo. Estaba tan asustada y fuera de mi que no sabía si me había dado en la cabeza y estaba muriendo, mientras me arrastraba por el piso hasta llegar detrás del refri.
Cuando llegaba, sentía el impacto de otra bala sobre el refri y el peso que me empujaba. Sabía entonces que no estaba muriendo y había esquivado la bala. Me desperté en ese estado de adrenalina y con miedo. Me hice consciente de mi cuerpo y volví a dormir.
No recuerdo qué pasó con la continuación de mi sueño, pero sé que el hacha volvía a aparecer.
Me dirigía hacia un restaurante y no sé bien si era con Pablo (mi ex) o Bobby (mi novio) o Pablo luego Bobby tenía el hacha.
Cuando llegábamos a la entrada del lugar le preguntaba por qué no dejó el hacha en el auto y me decía "claro, qué tontería" y nos regresábamos al coche. En el inter, Omar me preguntaba por qué traía el hacha y yo le decía que era buena para cortar leña, porque vivo en el bosque y es muy bueno tener un hacha.
Algo pasaba, no sé qué y volvíamos al restaurante, cuando en la entrada Bobby me señalaba que yo traía el hacha entre las manos y pensaba "¡qué tonta!, si fuimos al auto para dejar el hacha y ahora yo la traigo... tenemos que regresar otra vez".
En fin: "el hacha", ¿por qué siento seguridad con el hacha? "¿qué demonios significa?"

 

sábado, 1 de octubre de 2016

Tengo la sensación de que nadie lee esto, así que bien puede ser un sustituto de mi analista, o un cura...
Voy a cumplir 33 años y a medida que el día se acerca me siento más ansiosa. Creo que esta crisis se asemeja un poco a la que tuve cuando iba a cumplir 18. Son esos momentos quizás inocentes, quizás estúpidos... quizás no tanto, en los que uno se pregunta "¿qué hago aquí?, ¿de qué sirve mi vida?, ¿he logrado lo que quería?, ¿soy quien soñaba ser a los 33?" y la respuesta puede ser frustrante y desalentadora, puede justificarse de mil maneras y a la vez puedo llegar a la conclusión de que nunca tuve claro lo que quería ser a mis 33 años, o que lo que quería ser estaba basado en ilusiones infantiles, o que tengo todo lo que quería tener a los 33 y a la vez no estoy satisfecha con ello.
Cuando pasé la crisis de los 18, recuerdo que Yohualli platicó conmigo y me dijo algo que calmó mi espíritu: "no tienes que ser nada, no es importante compararte con tus ídolos... sólo tienes que ser tú a los 18 años". Y era cierto.
Entre más pasa el tiempo más encuentro un camino hacia la desilusión. Recuerdo que mi padre decía que la "desilusión" era algo bueno, un camino a la "verdad". Pero no puedo vivirla sin un poco de decepción, sin el corazón roto de pensar en el fondo que nunca seré enteramente feliz, que no importa lo que me proponga y cumpla, no conoceré la verdadera satisfacción. No puedo evitar el pavor a no maravillarme de nada nunca más, de nunca más enamorarme, por culpa de no idealizar más a las personas; de amargarme, de conformarme, de no querer soñar ni viajar, ni conocer más porque temo que no hallaré plenitud...
De pronto me miro más despistada, más egoísta, egocéntrica, desapegada de las necesidades de otros, más malhumorada, menos comprensiva y puede ser parte del ciclo hedonista que he explorado desde que cumplí los 30, viviendo al día, sólo en el presente, sin ningún plan. Refugiada en lo conocido, sin retarme por temor a fallarle a los demás; distanciándome de mis amigos y conocidos por temor a no pertenecer... sintiéndome un poco aislada y solitaria de no ser por mi pequeño clan: Bobby, mi ardilla, mis mascotas y una que otra vez Sel, que entra y sale tan de prisa que la siento como ajena, un poco desvinculada.
Me siento estancada y lo estoy, sobre todo porque no tengo miras a futuro, porque no planeo nada nuevo, porque los viajes se ven más lindos en el pasado que en el presente y al final, aunque esté rodeada de gente queda un dejo de soledad.
Cuando visito a mi mamá, a veces me siento ajena. Me dan ganas de huir todo el tiempo por no aceptarlo.
Mis horarios han llegado al nivel de la locura y no logro revertirlos. Son la 6:31 a.m. y no he podido dormir. Me levantaré a eso de las 2PM y es que no tengo otro motor en la vida que ser mejor jugadora de LOL: jugar con Bobby y con Neto, quien se ha vuelto una especie de añadido a mi clan y un maestro en el ámbito de los videojugos.
Y quizás todo está bien y es mi cabeza loca la que sobrepiensa todo.
Tengo todo lo que pude querer, mi casa del bosque, mi perrita, mis hijas adoptivas adolescentes, como siempre dije que prefería... y no he querido tener hijos propios, lo que quizás no sea malo, pero en el fondo he tenido el anhelo o fantasía de estos hijos sobrehumanamente hermosos y libres y maravillosos seres humanos... pero no he querido nunca ese lazo con ninguna de mis parejas, excepto Balbi, lo que es un tanto irónico. Vaya, quería tener hijos de Balbi, pero no con él, cuando me di cuenta de que era tan demonio como ángel.
Sé que Bobby sería un buen padre... aunque no, también tengo mis dudas porque está un poco limitado en su cuadrado. Temo que no sería tan propositivo ni comunicativo... que acabaría decidiendo todo yo y aunque no es tan malo, no es lo que esperaría de un padre para mis hijos.
Me gustaría alguien que los rete mentalmente, que les proponga cuestiones filosóficas, un toque de pasión, arrojo y locura.
Quizás necesito algo de eso también.... alguien que colabore en la locura y fuerte de carácter para centrarme de vez en cuando... quizás por eso no he querido una relación con planes.
He tenido la vida de esposa por mucho tiempo... no con la misma persona, pero la misma vida de pareja, de esperar impaciente por que llegue alguien a casa, de cocinar para alguien, de planear las horas de comida, de ir al súper juntos y designar los lados de la cama... y me encanta. Soy buena en ello en cierto modo, pero no sé qué más hay. Esa vida tiene también muchas limitantes, como planear con la otra persona las cosas que se hacen fuera de la pareja y de algún modo sentir una pequeña dosis de culpabilidad cuando se hacen sin el otro.
Me siento más yo cuando tengo mis momentos a solas. Puedo hacer cosas sin rendir cuentas a nadie, sin que me de pena... como disfrazarme y bailar frente al espejo, escribir, llorar, dormir a mis anchas. Pueden ser estupideces, pero esas pequeñas cosas me hacen sentir en movimiento, libre.
Pero también está el miedo a la soledad y las cosas que uno disfruta hacer en compañía. Me encantaría encontrar un equilibrio.
Ver series, cocinar y jugar se ha vuelto lo "nuestro", pero extraño otras cosas... como la lectura, como los paseos por el bosque... no sé, se ha vuelto más "fácil", sin descubrimientos o sorpresas.
Él piensa que dar regalos o invitar una cena romántica o hacer un gesto verdaderamente grande es algo que no se debe hacer, porque la gente se acostumbra, jaja... y es cierto, pero yo ya estoy acostumbrada y no puedo esperar menos de nadie. Me dan menos ganas de hacer algo yo, de sorprender, de tener detalles y entonces me siento marchita, con el corazón seco, esperando esperar nada especial y me enoja, me saca de quicio que no proponga nada, que no tenga un plan sorpresa para mi cumpleaños o aniversario o cualquier día de la semana... es entonces un poco aburrido. Él es bueno y adorable, pero no sé, quizás estoy teniendo mis dudas de si es el compañero de mi vida o sólo de este momento y de cuánto tiempo "este momento" puede durar.
Luego hay alguien que siempre tuvo mi corazón en pausa, quizás por un capricho infantil del ego, quizás por la añoranza de algo que no se concretó en el pasado y siempre busqué la escusa para esperar que algo sucediera, porque parecía nunca ser un buen momento. Las personas atractivas siempre tienen pareja... y hubo un momento en que se dio, el lapso único de tiempo en que los dos estuvimos solos y quedamos de encontrarnos, pero él no apareció... si supiera cuántas veces medité abandonar relaciones por un sólo encuentro... jaja probablemente más que sentirse halagado se asustaría. Pero ese momento me llegó como un golpe helado de aceptación, de comprender que no estuvo nunca en las estrellas y que el timing no fue el verdadero problema.... Escribo puntos suspensivos como el tránsito de millones de pensamientos y sensaciones.... Con respecto a él he llegado a comprender que no me gusta tanto, que no funcionaría, que me decepcionaría de él pasado un mes o una semana, pero mi mente encaprichada siempre anheló investigar si me equivoco. El caso es que ya no, ya no me interesa averiguar, que descansa en paz el corazón sin pausa y no tengo cómo llenar ese vacío de locura, no sé con qué reemplazarlo.
Ahora después de un rato lo veo feliz y enamorado... y siento más que celos, envidia de que haya encontrado esa pasión febril que le devuelva la poesía. Era mi fantasma rondando por los pasillos de la mente y ahora que asciende al más allá, extraño el sonido de sus pasos. Y soy libre al fin, libre para amar de manera gloriosa y entregarme sin duda... ¡y tengo duda, maldita sea! Y amo, aunque quizás de una forma mediocre... pero el amor es algo que uno no controla, aunque le pongamos mordaza tantas veces. Jamie Lannister tiene razón sobre el tema, jaja.
Las crisis son buenas. Tuve una a los 30 que cambió mi vida y lo agradezco, porque hoy he experimentado más, he conocido más facetas de mi, he disfrutado de muchas cosas que antes me negaba, he perdido miedos e inseguridades, aunque ganado otr@s... y conocido gente espectacular. Sé que ese momento llegará, pero previo al descubrimiento hay muchas, muchas lágrimas... noches solitarias de desvelo, pensamientos ansiosos y preguntas obsesivas que no encuentran respuesta, hasta que se mira atrás.
33 años, la última edad de Jesús. Si era como yo, sentía que había vivido de todo, pero aún con curiosidad por nuevas posibilidades. Sentiría que el tiempo de morir está más cerca (y para él era muuy cerca), se sentiría aún como un niño atrapado en un cuerpo de medidas inabarcables, dudoso de su legado y pensando que faltaba hacer mucho más por los demás, pero faltaba también tiempo para explorar solo y divertirse... pero, él era Dios, y le fueron suficientes 33 años del mundo... ¿será?
Yo siento que aún ni empiezo, aunque ya casi se acaba el mentado viaje.




viernes, 20 de mayo de 2016

El apego

El apego es lo que da sentido a nuestras vidas. No la posesión, porque puedes sentir apego por alguien y aún respetar su autonomía y libertad.
Nada es tan bello o valioso como el hallazgo compartido y lo que amamos hacer, normalmente amamos hacerlo con otros, para otros.
Nuestra vida está formada de conexiones, somos interdependientes, nunca independientes del todo.
La nostalgia y la melancolía son mecanismos de inspiración y se alimentan del recuerdo de interacciones brillantes.
El luto es natural, porque, ¿quién va a llorar o recordar si no nosotros, que vivimos la intensidad de una sonrisa cómplice, de una curiosidad renovada, de un abrazo entregado, la epifanía de descubrirte no siendo quien siempre creíste ser, sino un mejor tú?
Cuando se rompe esta conexión, no sólo se va de tu lado el ser con quien formaste una parte de tu historia y tu aprendizaje, se va el tú lleno de esperanza, el tú que vuela, el tú que tanto amó, el que tanto amaste. Esto es lo que más cuesta.
No es malo ni de frágiles vivir un duelo. Es inteligente ventilar las heridas en lugar de ocultarlas y dejar que se infecten.
El dolor de perder a alguien es proporcional al encanto de este nuevo tú, a la esperanza que viviste a través de esa interacción brillante y por cada vida hay una muerte que pagar....
Al otro lado del dolor se encuentra la gratitud y lo vivido, que siempre será tuyo, parte de tu historia e indeleble.

martes, 26 de abril de 2016

Sueño

Tuve un sueño terrible y bello a la vez, un sueño que me sacó una lágrima al despertar, pero me hizo feliz un momento.
No entiendo lo que el sueño significa y siento que es tan importante descubrirlo... como si hubiera algo de magia o algo de destino en la razón por la que este sueño vino a mi.
Hace tres semanas tuve una pesadilla que me despertó en un baño de lágrimas: un tipo le prendía fuego a un perro porque tenía sarna y pensaba que infectaría a los otros, yo intentaba detenerlo pero no lo lograba, entre gritos y espanto le soplaba al perro para apagarlo. Fue tal mi desesperación, mi impotencia y pobre desempeño en el sueño, que ese mismo día fui a recoger a la perrita que había visto hacía varios días en la carretera con los ojitos tristes y piel hinchada. La llevé al médico y ahora está sana, corriendo y mordiendo todo en mi casa. Desde el día que traje a Raven he tenido ganas de recoger a cada perro que veo en la carretera.
Anoche recogimos a Sirius, un perrito negro y lanudo, que se pasea por la zona, que parecía muerto de frío. Le dimos de comer y esta mañana pensaba llevarlo al veterinario pero no aparece. Puede ser que mi jardinero lo haya dejado salir... quizás es de alguien.
El caso es que no sé qué sigue de este sueño. No sé qué puedo hacer, ni cómo moldeará mi destino, si lo modelará... quizás es algo vano hacer epifanías de los sueños, pero algunos se sienten así.
Soñé que estaba en Nueva York con mi hermana. Era muy emocionante estar en la ciudad y conocer a Sunny, hermana de mi padrastro... aunque como Oliver (un alumno) me dijo una vez, "No hay hermanastros. O son hermanos o no lo son"...
Mi tía Sunny tiene un Daycare en DC y Mile está con su familia estudiando inglés y le echa la mano con los niños en algunos momentos (según me cuentan) lo que es natural, porque siempre ha tenido una conexión especial con ellos.
En mi sueño Mile venía a México un par de días y me pedía que me regresara con ella, aunque fuera por una semana,  Yo tenía que dar clases y dudaba en dejar la escuela a mitad de curso, pero al final me convencía.
EMi tía vivía en Nueva York, no en D.C.. La ciudad me maravillaba, pero no paseaba tanto, como el tiempo que estaba en casa con la familia. Todos en la casa me caían increíblemente bien, pero sentía una tristeza de no considerarme parte de la familia tan directamente como mi hermana... esta cosa de padre o padrastro que ha estado ahí siempre de una manera o de otra durante mi vida. No lo reflexionaba mucho, pero lo sentía al ver una colección preciosa de tazas de princesas que tenía su hija. A mi hermana le habían enviado una taza cuando era niña, pero a mí no. Las tazas son parte del sueño, pero subliman una sensación de impotencia en la relación con mi padrastro... por la cual, después de nacidos mis hermanos no pude volver a llamarlo padre.
En algún momento, se nos acercaban unos oficiales y nos pedían la documentación a Mile y a mí. Yo llevaba todo en regla, pero a Mile le hacían un problema porque no había especificado algo del tiempo en sus formatos migratorios y le hacían firmar unos documentos.
Mile se echaba a llorar y le gritaba a Sunny, reclamando no sé que cosas. Yo le pedía que se calmara, le decía que su tía nos había recibido muy gentilmente y no podía responder así.
Mile tiene su carácter, entonces no es raro que la soñara enojada jaja, pero no entendía muy bien su reacción, hasta que me callaba diciendo "tú porque no tienes un hijo aquí, no tienes responsabilidades".
-¡¿Cómo?, ¿tienes un hijo?!
Y me llevaba a una sillita de bebé, levantaba al niño mas hermoso que había visto jamás, con el pelito blanco y me lo daba.
En el momento que lo tocaba sentía algo bello y profundo, como si lo conociera de siempre, como si hubiera nacido de mí... no sé, quizás en otras vidas.
Mile me mostraba su torso herido. Tenía una cortada del pechito al vientre en forma de L y sangraba un poco. "Estoy pensando en adoptarlo", me decía.
Yo lo cargaba , lo cuidaba, curaba su herida y sentía tanto amor como nunca había sentido.
En otro momento, Mile me contaba muy indignada. El papá del niño había pedido permiso a la corte para verlo. Yo no entendía por qué tanto coraje, hasta que me contaba que había sido él quien le había cortado el pecho al bebé para transportar drogas. Todo había sido muy público porque se enteraron durante la grabación de un programa de TV.
Me llenaba de rabia y le decía que debíamos demandar de vuelta, no podíamos permitir que esa basura se quedara con el niño.
Después de pensarlo mucho le decía a Mile que, si me lo permitía, yo quería adoptar al bebé. Le decía que lo pensara bien, que debía saber lo complicado que es tener a un pequeño, que no podría salir más de fiesta, que tendría que poner al niño ante todo y que sería equipaje al momento de formar una pareja. Que sería muy difícil para ella poner a su hijo ante todo. "Yo lo sé bien", refiriéndome a mi relación con mi mamá y mi padrastro.
- ¿No crees que sería más difícil para ti, por lo mismo?, me decía.
- No. Creo que yo lo entendería mejor, Que sería capaz de ponerlo ante todo, que para mí no sería equipaje, sino parte de mí, de lo que soy y si a los que buscan ser mi pareja no les pareciera, me sería facilísimo mandarlos a la verga.
Ella me decía que no y yo pensaba que entonces sería mi sobrino favorito, ese sobrino que se vuelve como un hijo para ti y sería feliz, podía vivir con eso, hasta que me decía que haría todo lo posible por visitarlo seguido.
- ¿Cómo?, ¿lo vas a dejar aquí? No tiene sentido, entonces sí deja que lo adopte yo.
Y lo adoptaba. En los trámites de la adopción se hacía una investigación y revisaban que no lo quisiera adoptar para usarlo, para publicar una historia sobre él. Me parecía raro, pero hasta ese momento no se me había ocurrido escribir de él (y ahora lo estoy haciendo)...
Era mi hijo ahora y mi único terror era si debía contarle su origen, si debía decirle que era adoptado o no y si le decía, el terror de que viera el programa.
Era ahora adolescente y precioso. Sabía que en algún momento lo vería y tenía miedo.
Lo veía yo entonces. Una familia de Islandia, la mamá, una niñita y el papá, todos de cabello rubio casi blanco (aunque ahora que lo recuerdo el papá era más bien calvo, flaco, desgarbado), sonrisa perfecta y belleza impecable, eran invitados a un talk show. El papá era como un científico famoso o algo así. El niñito (mi niñito) apenas caminaba de mano de su mamá. La niña tendría unos 6 años. Estaban entrando en cámaras cuando la mamá notó algo raro. Se llevó al niño y regresó gritando "¡¿por un trago de scotch?!", agitando una cantimplora metálica. La cara del hombre al haber sido puesto en evidencia era de un sufrimiento absoluto, el más absurdo de los sufrimientos: vergüenza, pero no por lo que hizo, sino por ser evidenciado en su necesidad.
 Entendí entonces que el padre alcohólico estaba guardando una reserva en las entrañas de su pequeño. No era un gran plan macabro de una mafia dinerista. Era un adicto, un maldito estúpido adicto, que objetizó a su propio hijo al punto de hacerlo un escondite para un instante, sólo mientras estaba detrás de cámaras... y sentí más horror y tristeza de esa maldad que no es premeditada y maquiavélica, sino simple, enferma y pendeja estupidez humana.
Abracé a mi hijo y sentí su amor, su belleza radiante, su inocencia... y aunque nada pudo darme más gozo que tenerlo conmigo, sentí terror de no poder protegerlo.