sábado, 1 de octubre de 2016

Tengo la sensación de que nadie lee esto, así que bien puede ser un sustituto de mi analista, o un cura...
Voy a cumplir 33 años y a medida que el día se acerca me siento más ansiosa. Creo que esta crisis se asemeja un poco a la que tuve cuando iba a cumplir 18. Son esos momentos quizás inocentes, quizás estúpidos... quizás no tanto, en los que uno se pregunta "¿qué hago aquí?, ¿de qué sirve mi vida?, ¿he logrado lo que quería?, ¿soy quien soñaba ser a los 33?" y la respuesta puede ser frustrante y desalentadora, puede justificarse de mil maneras y a la vez puedo llegar a la conclusión de que nunca tuve claro lo que quería ser a mis 33 años, o que lo que quería ser estaba basado en ilusiones infantiles, o que tengo todo lo que quería tener a los 33 y a la vez no estoy satisfecha con ello.
Cuando pasé la crisis de los 18, recuerdo que Yohualli platicó conmigo y me dijo algo que calmó mi espíritu: "no tienes que ser nada, no es importante compararte con tus ídolos... sólo tienes que ser tú a los 18 años". Y era cierto.
Entre más pasa el tiempo más encuentro un camino hacia la desilusión. Recuerdo que mi padre decía que la "desilusión" era algo bueno, un camino a la "verdad". Pero no puedo vivirla sin un poco de decepción, sin el corazón roto de pensar en el fondo que nunca seré enteramente feliz, que no importa lo que me proponga y cumpla, no conoceré la verdadera satisfacción. No puedo evitar el pavor a no maravillarme de nada nunca más, de nunca más enamorarme, por culpa de no idealizar más a las personas; de amargarme, de conformarme, de no querer soñar ni viajar, ni conocer más porque temo que no hallaré plenitud...
De pronto me miro más despistada, más egoísta, egocéntrica, desapegada de las necesidades de otros, más malhumorada, menos comprensiva y puede ser parte del ciclo hedonista que he explorado desde que cumplí los 30, viviendo al día, sólo en el presente, sin ningún plan. Refugiada en lo conocido, sin retarme por temor a fallarle a los demás; distanciándome de mis amigos y conocidos por temor a no pertenecer... sintiéndome un poco aislada y solitaria de no ser por mi pequeño clan: Bobby, mi ardilla, mis mascotas y una que otra vez Sel, que entra y sale tan de prisa que la siento como ajena, un poco desvinculada.
Me siento estancada y lo estoy, sobre todo porque no tengo miras a futuro, porque no planeo nada nuevo, porque los viajes se ven más lindos en el pasado que en el presente y al final, aunque esté rodeada de gente queda un dejo de soledad.
Cuando visito a mi mamá, a veces me siento ajena. Me dan ganas de huir todo el tiempo por no aceptarlo.
Mis horarios han llegado al nivel de la locura y no logro revertirlos. Son la 6:31 a.m. y no he podido dormir. Me levantaré a eso de las 2PM y es que no tengo otro motor en la vida que ser mejor jugadora de LOL: jugar con Bobby y con Neto, quien se ha vuelto una especie de añadido a mi clan y un maestro en el ámbito de los videojugos.
Y quizás todo está bien y es mi cabeza loca la que sobrepiensa todo.
Tengo todo lo que pude querer, mi casa del bosque, mi perrita, mis hijas adoptivas adolescentes, como siempre dije que prefería... y no he querido tener hijos propios, lo que quizás no sea malo, pero en el fondo he tenido el anhelo o fantasía de estos hijos sobrehumanamente hermosos y libres y maravillosos seres humanos... pero no he querido nunca ese lazo con ninguna de mis parejas, excepto Balbi, lo que es un tanto irónico. Vaya, quería tener hijos de Balbi, pero no con él, cuando me di cuenta de que era tan demonio como ángel.
Sé que Bobby sería un buen padre... aunque no, también tengo mis dudas porque está un poco limitado en su cuadrado. Temo que no sería tan propositivo ni comunicativo... que acabaría decidiendo todo yo y aunque no es tan malo, no es lo que esperaría de un padre para mis hijos.
Me gustaría alguien que los rete mentalmente, que les proponga cuestiones filosóficas, un toque de pasión, arrojo y locura.
Quizás necesito algo de eso también.... alguien que colabore en la locura y fuerte de carácter para centrarme de vez en cuando... quizás por eso no he querido una relación con planes.
He tenido la vida de esposa por mucho tiempo... no con la misma persona, pero la misma vida de pareja, de esperar impaciente por que llegue alguien a casa, de cocinar para alguien, de planear las horas de comida, de ir al súper juntos y designar los lados de la cama... y me encanta. Soy buena en ello en cierto modo, pero no sé qué más hay. Esa vida tiene también muchas limitantes, como planear con la otra persona las cosas que se hacen fuera de la pareja y de algún modo sentir una pequeña dosis de culpabilidad cuando se hacen sin el otro.
Me siento más yo cuando tengo mis momentos a solas. Puedo hacer cosas sin rendir cuentas a nadie, sin que me de pena... como disfrazarme y bailar frente al espejo, escribir, llorar, dormir a mis anchas. Pueden ser estupideces, pero esas pequeñas cosas me hacen sentir en movimiento, libre.
Pero también está el miedo a la soledad y las cosas que uno disfruta hacer en compañía. Me encantaría encontrar un equilibrio.
Ver series, cocinar y jugar se ha vuelto lo "nuestro", pero extraño otras cosas... como la lectura, como los paseos por el bosque... no sé, se ha vuelto más "fácil", sin descubrimientos o sorpresas.
Él piensa que dar regalos o invitar una cena romántica o hacer un gesto verdaderamente grande es algo que no se debe hacer, porque la gente se acostumbra, jaja... y es cierto, pero yo ya estoy acostumbrada y no puedo esperar menos de nadie. Me dan menos ganas de hacer algo yo, de sorprender, de tener detalles y entonces me siento marchita, con el corazón seco, esperando esperar nada especial y me enoja, me saca de quicio que no proponga nada, que no tenga un plan sorpresa para mi cumpleaños o aniversario o cualquier día de la semana... es entonces un poco aburrido. Él es bueno y adorable, pero no sé, quizás estoy teniendo mis dudas de si es el compañero de mi vida o sólo de este momento y de cuánto tiempo "este momento" puede durar.
Luego hay alguien que siempre tuvo mi corazón en pausa, quizás por un capricho infantil del ego, quizás por la añoranza de algo que no se concretó en el pasado y siempre busqué la escusa para esperar que algo sucediera, porque parecía nunca ser un buen momento. Las personas atractivas siempre tienen pareja... y hubo un momento en que se dio, el lapso único de tiempo en que los dos estuvimos solos y quedamos de encontrarnos, pero él no apareció... si supiera cuántas veces medité abandonar relaciones por un sólo encuentro... jaja probablemente más que sentirse halagado se asustaría. Pero ese momento me llegó como un golpe helado de aceptación, de comprender que no estuvo nunca en las estrellas y que el timing no fue el verdadero problema.... Escribo puntos suspensivos como el tránsito de millones de pensamientos y sensaciones.... Con respecto a él he llegado a comprender que no me gusta tanto, que no funcionaría, que me decepcionaría de él pasado un mes o una semana, pero mi mente encaprichada siempre anheló investigar si me equivoco. El caso es que ya no, ya no me interesa averiguar, que descansa en paz el corazón sin pausa y no tengo cómo llenar ese vacío de locura, no sé con qué reemplazarlo.
Ahora después de un rato lo veo feliz y enamorado... y siento más que celos, envidia de que haya encontrado esa pasión febril que le devuelva la poesía. Era mi fantasma rondando por los pasillos de la mente y ahora que asciende al más allá, extraño el sonido de sus pasos. Y soy libre al fin, libre para amar de manera gloriosa y entregarme sin duda... ¡y tengo duda, maldita sea! Y amo, aunque quizás de una forma mediocre... pero el amor es algo que uno no controla, aunque le pongamos mordaza tantas veces. Jamie Lannister tiene razón sobre el tema, jaja.
Las crisis son buenas. Tuve una a los 30 que cambió mi vida y lo agradezco, porque hoy he experimentado más, he conocido más facetas de mi, he disfrutado de muchas cosas que antes me negaba, he perdido miedos e inseguridades, aunque ganado otr@s... y conocido gente espectacular. Sé que ese momento llegará, pero previo al descubrimiento hay muchas, muchas lágrimas... noches solitarias de desvelo, pensamientos ansiosos y preguntas obsesivas que no encuentran respuesta, hasta que se mira atrás.
33 años, la última edad de Jesús. Si era como yo, sentía que había vivido de todo, pero aún con curiosidad por nuevas posibilidades. Sentiría que el tiempo de morir está más cerca (y para él era muuy cerca), se sentiría aún como un niño atrapado en un cuerpo de medidas inabarcables, dudoso de su legado y pensando que faltaba hacer mucho más por los demás, pero faltaba también tiempo para explorar solo y divertirse... pero, él era Dios, y le fueron suficientes 33 años del mundo... ¿será?
Yo siento que aún ni empiezo, aunque ya casi se acaba el mentado viaje.




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