martes, 26 de abril de 2016

Sueño

Tuve un sueño terrible y bello a la vez, un sueño que me sacó una lágrima al despertar, pero me hizo feliz un momento.
No entiendo lo que el sueño significa y siento que es tan importante descubrirlo... como si hubiera algo de magia o algo de destino en la razón por la que este sueño vino a mi.
Hace tres semanas tuve una pesadilla que me despertó en un baño de lágrimas: un tipo le prendía fuego a un perro porque tenía sarna y pensaba que infectaría a los otros, yo intentaba detenerlo pero no lo lograba, entre gritos y espanto le soplaba al perro para apagarlo. Fue tal mi desesperación, mi impotencia y pobre desempeño en el sueño, que ese mismo día fui a recoger a la perrita que había visto hacía varios días en la carretera con los ojitos tristes y piel hinchada. La llevé al médico y ahora está sana, corriendo y mordiendo todo en mi casa. Desde el día que traje a Raven he tenido ganas de recoger a cada perro que veo en la carretera.
Anoche recogimos a Sirius, un perrito negro y lanudo, que se pasea por la zona, que parecía muerto de frío. Le dimos de comer y esta mañana pensaba llevarlo al veterinario pero no aparece. Puede ser que mi jardinero lo haya dejado salir... quizás es de alguien.
El caso es que no sé qué sigue de este sueño. No sé qué puedo hacer, ni cómo moldeará mi destino, si lo modelará... quizás es algo vano hacer epifanías de los sueños, pero algunos se sienten así.
Soñé que estaba en Nueva York con mi hermana. Era muy emocionante estar en la ciudad y conocer a Sunny, hermana de mi padrastro... aunque como Oliver (un alumno) me dijo una vez, "No hay hermanastros. O son hermanos o no lo son"...
Mi tía Sunny tiene un Daycare en DC y Mile está con su familia estudiando inglés y le echa la mano con los niños en algunos momentos (según me cuentan) lo que es natural, porque siempre ha tenido una conexión especial con ellos.
En mi sueño Mile venía a México un par de días y me pedía que me regresara con ella, aunque fuera por una semana,  Yo tenía que dar clases y dudaba en dejar la escuela a mitad de curso, pero al final me convencía.
EMi tía vivía en Nueva York, no en D.C.. La ciudad me maravillaba, pero no paseaba tanto, como el tiempo que estaba en casa con la familia. Todos en la casa me caían increíblemente bien, pero sentía una tristeza de no considerarme parte de la familia tan directamente como mi hermana... esta cosa de padre o padrastro que ha estado ahí siempre de una manera o de otra durante mi vida. No lo reflexionaba mucho, pero lo sentía al ver una colección preciosa de tazas de princesas que tenía su hija. A mi hermana le habían enviado una taza cuando era niña, pero a mí no. Las tazas son parte del sueño, pero subliman una sensación de impotencia en la relación con mi padrastro... por la cual, después de nacidos mis hermanos no pude volver a llamarlo padre.
En algún momento, se nos acercaban unos oficiales y nos pedían la documentación a Mile y a mí. Yo llevaba todo en regla, pero a Mile le hacían un problema porque no había especificado algo del tiempo en sus formatos migratorios y le hacían firmar unos documentos.
Mile se echaba a llorar y le gritaba a Sunny, reclamando no sé que cosas. Yo le pedía que se calmara, le decía que su tía nos había recibido muy gentilmente y no podía responder así.
Mile tiene su carácter, entonces no es raro que la soñara enojada jaja, pero no entendía muy bien su reacción, hasta que me callaba diciendo "tú porque no tienes un hijo aquí, no tienes responsabilidades".
-¡¿Cómo?, ¿tienes un hijo?!
Y me llevaba a una sillita de bebé, levantaba al niño mas hermoso que había visto jamás, con el pelito blanco y me lo daba.
En el momento que lo tocaba sentía algo bello y profundo, como si lo conociera de siempre, como si hubiera nacido de mí... no sé, quizás en otras vidas.
Mile me mostraba su torso herido. Tenía una cortada del pechito al vientre en forma de L y sangraba un poco. "Estoy pensando en adoptarlo", me decía.
Yo lo cargaba , lo cuidaba, curaba su herida y sentía tanto amor como nunca había sentido.
En otro momento, Mile me contaba muy indignada. El papá del niño había pedido permiso a la corte para verlo. Yo no entendía por qué tanto coraje, hasta que me contaba que había sido él quien le había cortado el pecho al bebé para transportar drogas. Todo había sido muy público porque se enteraron durante la grabación de un programa de TV.
Me llenaba de rabia y le decía que debíamos demandar de vuelta, no podíamos permitir que esa basura se quedara con el niño.
Después de pensarlo mucho le decía a Mile que, si me lo permitía, yo quería adoptar al bebé. Le decía que lo pensara bien, que debía saber lo complicado que es tener a un pequeño, que no podría salir más de fiesta, que tendría que poner al niño ante todo y que sería equipaje al momento de formar una pareja. Que sería muy difícil para ella poner a su hijo ante todo. "Yo lo sé bien", refiriéndome a mi relación con mi mamá y mi padrastro.
- ¿No crees que sería más difícil para ti, por lo mismo?, me decía.
- No. Creo que yo lo entendería mejor, Que sería capaz de ponerlo ante todo, que para mí no sería equipaje, sino parte de mí, de lo que soy y si a los que buscan ser mi pareja no les pareciera, me sería facilísimo mandarlos a la verga.
Ella me decía que no y yo pensaba que entonces sería mi sobrino favorito, ese sobrino que se vuelve como un hijo para ti y sería feliz, podía vivir con eso, hasta que me decía que haría todo lo posible por visitarlo seguido.
- ¿Cómo?, ¿lo vas a dejar aquí? No tiene sentido, entonces sí deja que lo adopte yo.
Y lo adoptaba. En los trámites de la adopción se hacía una investigación y revisaban que no lo quisiera adoptar para usarlo, para publicar una historia sobre él. Me parecía raro, pero hasta ese momento no se me había ocurrido escribir de él (y ahora lo estoy haciendo)...
Era mi hijo ahora y mi único terror era si debía contarle su origen, si debía decirle que era adoptado o no y si le decía, el terror de que viera el programa.
Era ahora adolescente y precioso. Sabía que en algún momento lo vería y tenía miedo.
Lo veía yo entonces. Una familia de Islandia, la mamá, una niñita y el papá, todos de cabello rubio casi blanco (aunque ahora que lo recuerdo el papá era más bien calvo, flaco, desgarbado), sonrisa perfecta y belleza impecable, eran invitados a un talk show. El papá era como un científico famoso o algo así. El niñito (mi niñito) apenas caminaba de mano de su mamá. La niña tendría unos 6 años. Estaban entrando en cámaras cuando la mamá notó algo raro. Se llevó al niño y regresó gritando "¡¿por un trago de scotch?!", agitando una cantimplora metálica. La cara del hombre al haber sido puesto en evidencia era de un sufrimiento absoluto, el más absurdo de los sufrimientos: vergüenza, pero no por lo que hizo, sino por ser evidenciado en su necesidad.
 Entendí entonces que el padre alcohólico estaba guardando una reserva en las entrañas de su pequeño. No era un gran plan macabro de una mafia dinerista. Era un adicto, un maldito estúpido adicto, que objetizó a su propio hijo al punto de hacerlo un escondite para un instante, sólo mientras estaba detrás de cámaras... y sentí más horror y tristeza de esa maldad que no es premeditada y maquiavélica, sino simple, enferma y pendeja estupidez humana.
Abracé a mi hijo y sentí su amor, su belleza radiante, su inocencia... y aunque nada pudo darme más gozo que tenerlo conmigo, sentí terror de no poder protegerlo.


 

No hay comentarios: