domingo, 6 de noviembre de 2016

Los malos en las historias de amor también sufrimos.
Los románticos, cabrones y cobardes...
Somos los incomprendidos, los que damos oportunidades para no ver sufrir al otro hasta que lo hacemos sufrir irremediablemente.
Somos los que cedemos por no parecer defectuosos, porque lo que visualizamos en nuestra imagen de vida no es compatible con la de otros... pero acabamos insatisfechos y frustrados.
Nos enamoramos y damos todo hasta que nos desenamoramos. Amamos y no nos es nunca suficiente una calma imperturbable sin sobresaltos.
Somos los a veces dramáticos, a veces pragmáticos.
Los que dudamos de todo, especialmente de nosotros mismos y no encontramos consonancia entre el corazón y la mente.
Nos sentimos intrusos en nuestra propia casa, extraños con nuestra propia gente.
Curiosos por el mundo, por la vida, por los momentos compartidos de intensidad arrobadora que mueren cuando se establece una rutina.
Siempre hambrientos en espera de algo que nos asombre, de alguien que nos maraville no con su realidad, sino con sus "posibilidades".
Buscando eternamente salvar para ser salvados... Sin la salvación no hay entrega.
Y la búsqueda es eterna, lo esperado nunca llega y la culpa es insostenible.
Culpables para los otros, culpables ante nosotros mismos, no hay descanso.

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