martes, 18 de noviembre de 2014

Brújula


Sentados al lado uno de otro, me dijo que era una despedida. Había perdido la brújula persiguiendo el andar de una mujer nómada, infinita, cuyas extremidades se movían livianas sobre el viento.
Sentí un remolino en el pecho, pero lo entendí mejor que nadie. Mi norte estaba atrofiado, por varios meses sólo apuntaba hacia él.
Tras un cálido abrazo, se levantó de mi lado y se fue, ávido de tesoros.
¿La había perdido en verdad? Vi caer algo reluciente de su bolsillo y lo recogí. Sostuve su brújula preciosa entre mis manos y me quedé contemplándola un instante.
Fui tras él, intentando devolverla, pero se alejó demasiado pronto sin volver el rostro.
Entonces la guardé junto a la mía, como recuerdo de aquel marino que transitó, marcando su estela de espuma, sobre los mares de mi deseo.

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