I
El caimán no es responsable de su naturaleza predadora, como el ciervo de sus cuernos o la mariposa de su liviandad; cada cual cumple el papel que le corresponde y ninguno se queja de su suerte.
II
El amor es una desmesura, un río desbordado que arrasa con
lo que toca a su paso. No una llama estable y constante que apenas alumbra. El
amor es predador y ¿quién pudiera juzgar
al caimán por su naturaleza? El amor lo devora todo hasta los huesos, roba el habla, el aliento,
es una pequeña muerte que tiene en sí misma la semilla de todo renacimiento.
Arrasa con todo y sin embargo, deja el campo abonado con sus cenizas, porque el
amor se acaba, pero vuelve a nacer de sí mismo, como la brasa que parece
apagada se enciende al tacto de la ráfaga.
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