miércoles, 29 de enero de 2014


Recapitular la pena, el amor, la alegría y notar que la llaga siempre se abre con tal dolor porque de ella germinan las constelaciones. Que las entrañas se agitan al contacto de unas letras como si el alma entera pudiera sostenerse de un hilo tan frágil de esperanza.
El cambio es bienvenido, saludable, reparador y a la vez temible, salvaje en su naturaleza virgen, inexplorada.
Me dije una vez: "quiero vivir para enfrentar todos mis miedos." Entonces pensé: "me hace falta una vida larga y llena de aventura, porque mis temores son muchos y algunos me esperan del otro lado del planeta."
Pero el primero de todos, el más básico y más profundo... el que siempre me acompaña y aún ahora está más presente que ninguno... es el miedo a la soledad. Porque aunque siempre he vivido con ella, he tenido también "alguien" sobre quien desprender su peso iconoclasta, alguien que me acompañe en este desierto... y hoy me toca enfrentar mi aventura con una nueva espontaneidad, con la fuerza que da la experiencia y quizás después me haga tatuajes, me vaya a donar sangre, conozca al tiburón blanco, me vea cara a cara con el desamor, la vejez, la muerte y pueda encontrar en todo un poco de belleza como un elíxir sanador. Quizás en este cabio esté la llave de mi destino, ojalá que esté, porque duele tanto que odiaría arrepentirme al final... de dejar un espejismo de paz en persecución de la mariposa que duerme en los abismos y acabar perdiendo la paz, la mariposa y mi cordura en esta búsqueda obsesiva, insana.

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