viernes, 5 de enero de 2018

Llevo en Bogotá 3 días y esta es la segunda vez que lloro. Como que acá no es común este tipo de exabruptos emocionales y me dan más ganas de tenerlos. No por el capricho pero por la necesidad de vaciar esta sensación de inadecuación social, donde me siento a ratos como en casa, a ratos como intruso... como que mi gente no es tan mi gente y existe un juicio de mi persona que ya había sobrepasado entre mis inseguridades más básicas... y ahora hay que repasar por ahí una vez más. Me gusta conocer un poco a Juli, pero no tengo mucho contacto con nadie más, como que los tíos son reservados en general,  amables, con un atisbo de sangre caliente que parecen guardar para el desacuerdo... yo qué se...
Bogotá es bonito, me gusta que al fondo de las calles se puede ver el campo, verde por todos lados. Me gustan sus paredes y calles de ladrillo... me gusta el acento que a poco de estar aquí se acostumbra el oído. Me gusta qué hay gente linda y amable. Los vendedores parecen venderte el alma entera envuelta en una serie navideña a la mitad de la noche... pero si no ven clara tu intención de comprarla, te dejan colgando como hoja seca en el vendaval del otoño... sola, tirada, muerta de frío. Y duele más... esa amabilidad luego desprecio es lo más duro que he tenido que tolerar sin acostumbrarme a que me ilusionen y me quiebren el corazón a cada rato. Y se rompe sí, y nadie se da cuenta, y cómo que da vergüenza aceptarlo, la cantidad de influencia que un extraño pueda tener en tí... en tu disfrute o repulsa tan variable de un instante a otro.
Pues no estoy sola nunca y no he fumado, tomado, desvelado, reclamado mi espacio y son 3 días. Sé que es poco como para estar ansiosa, pero empiezo a sentirme en ese modo atrapado, que me da hasta en mi propia casa cuando no puedo optar por hacer algo, cualquier cosa que se me venga en gana... cómo salir o bañarme o dormir nada más porque sí, cuando se me antoja.
Todavía nada grave, pero va un poco... crece-decrece como una depresión bipolar que se balancea entre el éxtasis y el abismo...
Lloro porque me gana la emoción, porque soy mala para reprimir el dolor o el miedo. Son cosas que aún no he aprendido a ocultar y no he visto el beneficio en hacerlo. Podría parecer más fuerte pero no lo soy y prefiero no andarme con engaños. Soy frágil, ni modo. No quiero aparentar ser fuerte, cuando en esos aspectos no soy una mujer crecida... soy una niña pequeña y no necesito hacerla crecer por impostura.


1 comentario:

Unknown dijo...

Hermosa forma de expresarte y de conocerte!