jueves, 17 de abril de 2008

Un momento de Réquiem


Primera Parte



Todo a obscuras. Se ve el rostro de un hombre dormido.


- ¿A qué huele?, me llega un olor fétido y penetrante... ¡Ay!, siento entumidos mis dedos de los pies.



Busca su almohada con la mano, no la encuentra, intenta darse vuelta para acurrucarse en posición fetal, pero su cadera se atasca, no da vuelta...


- ... ¿Qué diablos?


Aprieta los ojos.


- Muero de calor.



Se toca las piernas


- Siento como si hubiera dormido por siglos. ¿Cómo?, ¿estoy vestido de traje? El corbatín me aprieta, me sofoco en este saco.



Se afloja el corbatín y respira profundo. Comienza a percibir los sonidos que lo rodean con un dejo de curiosidad.


- El aroma a tierra mojada, ¡cómo solía disfrutarlo! ¿Por qué será que me inquieta? Ha llovido, eso es seguro. El olor se filtra a mi alrededor como si estuviera cubierto por tierra, pasto, charcos... y todo suena tan curioso: No las gotas de lluvia sobre la hierba, no los truenos, no el salpicar de los autos que huyen al resplandor del asfalto; no el taconeo de quienes andan bajo las hojas del periódico, que no hace más que disolverse entre sus manos; no el rebotar del agua sobre los techos laminados de las casuchas que han rodeado la vía del ferrocarril, no los chorros de agua que resbalan de los tejados, ni el ondear de los charcos o el crujir de las hojas otoñales, ni el riachuelo que corre a refugiarse en los albañales o el golpeteo del granizo sobre las vidrieras; no. Los sonidos que escucho son más sutiles, y mucho más aterradores. Es como si pudiera escuchar al lodo estremecerse, a la vida que habita bajo tierra, como si retumbaran sobre mí los pasos de la hormiga, el ondular de gusanos, el talar de termitas en una sensación aletargada... todo transcurre en la ficción del tiempo como en cámara lenta. ¡Vaya ensoñación desquiciada! Es hora de despertar.


Se frota los ojos y los abre, sin embargo, no puede ver nada, así que los cierra nuevamente.



- ¿Dónde estoy?, esto no es mi cama.


Siente su propia respiración sobre el rostro y busca con las manos los bordes de su cama, para descubrir que se encuentra en un lugar de pequeñas proporciones.


- ¡¿Qué diablos...?! ¿Es un truco de mi fantasía? No recuerdo haber dormido en una litera desde que tenía doce años, esto no puede ser, al menos no una litera.

Toca de nuevo, esta vez siente la tela acolchonada a su alrededor, buscando a los lados encuentra a tacto unas bisagras e intenta levantar la cubierta. No lo logra con las manos e intenta ayudarse con las rodillas, pero es en vano, la tapa no se mueve un milímetro. Su respiración se agita.


- ¡Oh Dios! No pude haberme metido a esta cosa en plena conciencia, conozco a mi claustrofobia inclemente. ¿Quién podría haberme jugado esta broma? o no es una broma... Todos me tratan con demasiado tacto, me he rodeado de gente seria y hasta yo he adquirido un tono serio para conmigo... Y no puedo evitar tomar esta sensación pavorosa con la sobriedad más lúgubre.


Comienza a temblar.


- No puede ser. ¿Qué me pasa?, ¿qué es este lugar, esta caja? ¡No!, ¿en verdad puede ser...? Pero... ya lo veo. ¡Aquél artículo sobre el entierro prematuro narraba situaciones escalofriantes! Pero nunca imaginé que pudiera sucederme.



Frotando con insistencia la parte superior de la caja, comienza a llorar.


- ¡¡Me han sepultado vivo!! Es el siglo XXI, ¿cómo pueden seguir pasando estas cosas? ¿Qué voy a hacer? ¿Esperar la muerte, tener fé en que pueda hallarme algún hereje o pervertido en busca de placeres extraños? ¿En qué pensaba mi parentela? Me enterraron sin donar mis órganos. Y pensar cuán clara dejé mi voluntad de ser cremado. ¿Cuánto aire me queda?, ¿debo gastar mi poco tiempo en pensar o es que prefiero soñar? No quiero abrir los ojos, nunca perdí el miedo a la obscuridad y sería un error alentar mi claustrofobia. Prefiero no enterarme de cuán diminuto es el lugar que ocupo o en un ataque de histeria consumiré aire que reste. Tengo sueño, mucho sueño y puede que duela menos enfrentar el fin con el subconsciente. Quiero creer que estoy soñando, que nada de esto es real. Mi fantasía logra ser muy convincente y abrir los ojos puede extinguir la última esperanza. Quiero soñar, soñar en todo lo que habita sobre la tierra.


Se tapa los ojos, limpiando las lágrimas. Masajea sus sienes y tras recuperar la calma se abraza a sí mismo.


- Vamos Martin, piensa en todo aquello que amas y deja al letargo poseerte. Olvida lo que crees que sintieron tus manos y el lugar en donde supones que estás y duerme. Sueña en los bosques, las montañas y el firmamento al medio día, como tanto te gusta; sueña con las aves, imagina al cuervo de plumas lustrosas que se posaba en tu jardín anunciando el ocaso, sueña con el viento helado sobre la cara, la brisa cálida, la humedad del verano; sueña la caricia de unos dedos, de un cabello, de unos labios, de esos labios; busca en tus recuerdos la luz de luna, la neblina, el olor de la noche... las lucecillas que tiñen los cerros, el cantar de las cigarras, el ladrido de los perros, los perfumes que eleva el aura matinal, los matices del rocío, las estrellas. Encuentra en tus papilas el sabor sutil del vino blanco, la suprema sensación de una trufa disolviéndose en tu boca; piensa en el sabor de los mariscos, en el mar con sus olas, el perpetuo baile de la arena, los colores de aquel banco de coral. Sueña los grandes edificios, la 5ª avenida, el árbol de navidad en Rochefeller Center... ¡Ahhh! Qué grato es pensar en todo ello. Duerme, duerme al ritmo de esa melodía que embriaga tu mente “tan... tan tara ran, tan tarararan...”

(Se escucha “La fille aux cheveux du lin” de Debussy)

- Sí, imagina la textura de tus sábanas y quizá... vuelvas ahí.


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Segunda Parte



(En un sueño. No se establece lugar ni tiempo, sólo dos personajes con voces dulces y atormentadas)



Martin - Sophia, ¿por qué te vistes de rojo?, ¿por qué escondes tu juventud bajo el carmín de tus labios?

Sophia - Ya no te quiero Martin, no me sigas más, ya no me llames. Es duro para mí también, pero no puedo estar contigo.

Martin - Sophia, no me dejes solo, tengo miedo...

Sophia - No llores Martin, por que me hieres. Yo también tengo miedo, pero no quiero aferrarme a ti por temor. Si algo pudiera unirnos alguna vez, espero que sea amor... Si me amas, déjame ir.


(Desaparece Sophia y él se ve solo. Siente frío y mira al horizonte.)


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( Se mira en otro escenario. Él está sentado en el borde de una fuente y Sophia recostada sobre sus piernas, tiene la apariencia de una joven que apenas deja la pubertad. Martin acaricia su cabello. )


Martin - ¡Cómo amo estos momentos! Me basta estar cerca de ti para encontrar gracia en la vida...

Sophia – Los amo también. Es mi placer haberte hallado... Justo ahora pensaba: nunca me has dicho ¿qué crees que pasa al abandonar este plano existencial?

Martin – ¿Te refieres a la muerte?

Sophia – Yo no lo llamo muerte, pues creo que es sólo una transición en un proceso vital infinito; pero si tú crees que se trunca la vida, entonces debes pensar en muerte.

Martin – Pues sí. Me gustaría creer que existe el alma y la memoria de estos instantes compartidos más allá de la vida “terrenal”, como tú la llamas, pero no es así. Yo creo que mi ser se disolverá en la tierra y será sólo la energía modificada en este proceso. Aunque, más bien, acabaría siendo alimento de peces. Quiero ser cremado y que mis restos se dispersen entre las olas. ¿Tú que piensas?

Sophia – Cualquier cosa que diga será una mera suposición, pero creo que la escencia continúa libre del cuerpo, y se refugiará donde sea que quiera estar. Aquellos que deseen ir al cielo, probablemente se albergarán en el cielo de sus fantasías y quienes crean que se volverán polvo, quizás lo hagan. Sabes que todo lo que conocemos y las vivencias que experimentamos son meras maquinaciones mentales: Nada de lo que ven tus ojos es una imagen pura, siempre estará teñida de tu percepción, y tu percepción tiene sus prejuicios. Es así que, aunque estuvieras cautivo en el calabozo más lúgubre del mundo, si tu mente tiene vista al mar, seguirás siendo libre. Yo creo que nada cambiará en realidad, seguiremos optando por aprisionarnos o liberarnos...




(Martin mira el cielo y ve juntarse nubes de tormenta. Cuando vuelve la vista, Sophia ya no está con él y se encuentra tirado en el diván de su sicoanalista.)


Martin – Doctor, estoy muy mal. No dejo de pensar en ella desde que abro los ojos, y aún en sueños. ¿Cómo pudo esfumarse de mi vida con tal facilidad? En la mañana me adoraba y al atardecer se largó sin titubear un segundo. Me siento desierto. Me ha vuelto el miedo a la oscuridad y comienza a dolerme el silencio.

Doctor - Martin, necesitas activarte: Enfócate en tu trabajo, retoma tu vida social, conoce gente y en unos días te sentirás mucho mejor. Si persiste tu miedo a la soledad, pon un poco de música o deja encendido el televisor, de ese modo se apacigua el silencio. Si sientes que con eso no basta, cómprate un perro. Ten un motivo para levantarte cada día y poquito a poco sanará esa
depresión. No te voy a recetar nada, pues debes aprender a manejar esto.

Martin- ¡Un perro! ¿Un perro?... He perdido al amor de mi vida y sólo puede decirme que compre un ‘perro’. Me está matando el dolor, no creo que comprenda la gravedad de mi situación: ya no sé si quiero vivir. La vida ha perdido gracia, ya no tiene sentido; es decir, ¿qué me queda?

Doctor - Si haces lo que te digo, te quedará un ‘perro’.



(Martin lo mira con horror)



Doctor - No me malentiendas Martin, comprendo perfectamente el dolor que te aqueja, pero sé también que permanece por que no lo dejas marcharse. No te aferres. Debes entender que Sophia es muy joven, ha compartido contigo su adolescencia y ahora quiere vivir conforme a su edad... ya pasará esa etapa también, y si fue maravilloso lo que tuvieron, es probable que entonces te vuelva a buscar.


- - -


(Martin se mira ahora en su estudio de escultura. Moldea el rostro de una mujer anciana sobre resina. Al terminarlo, nota su parecido con Sophia y se imagina viejo andando con ella. Se abraza a la figura hasta deshacerla; cuando la mira como una plasta amorfa, se dobla en el piso, cubierto de lágrimas.)


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Tercera Parte


Abre los ojos en un sobresalto, pero continúa sin ver nada.

- Ni siquiera dormir es bueno, no puedo entrar en un sopor sosegado... todo me inquieta. ¿Estoy en casa? No debo dudar. Vamos Martin, piensa que lo estás, cree que lo estás. En unos momentos sonará el despertador y acabará esta extraña pesadilla. Comenzaré mi día como es preciso: entre el baño hirviente y una taza de café. Saldré a caminar con el perro y pensaré en mi escultura de la madonna, aquella que me pidió la iglesia de Santa María. Hay muchos detalles que debo pulir. De vuelta arreglaré mi boceto y las manos que juntaba en devoción, las cambiaré por unos brazos abiertos y compondré todos esos rasgos que difieren del sacro rostro de mi joven Sophia. Elaboraré un molde a su imagen y semejanza, para mirarla siempre donde debería estar: en un pedestal cubierto de ofrendas y flores. Me tomará un buen rato, agotaré las horas de la noche pues no quiero volver a dormir en mucho, mucho tiempo... Hay tanto por hacer, que quisiera levantarme ahora mismo y ponerme en marcha.


Toca nuevamente el interior de la caja.

- ¡Ja! Sigo aquí, compreso en este pequeño espacio. Como decía León Felipe: “La tumba es una cama y la cama es una tumba”. Me ahogo en incertidumbre y me llagan las ansias de vivir. Es hora de romper el letargo y hacer algo por mi subsistencia, algo más que evadirme esperando la muerte.



Intenta gritar, pero no sale sonido alguno de su garganta. Se esfuerza, pero la voz no le responde. Se le llenan los ojos de lágrimas.



- Si alguien supiera que estoy aquí, vivo; si tuviera algún modo de comunicarme... Mi madre vendría en un segundo, escarbaría la tierra con sus propias manos si fuera preciso. Mi hermanita movería el mundo en pos de mí. Cualquiera de mis amigos, de los pocos que tengo, haría lo que fuera por socorrerme. Hasta Sophia vendría a sacarme de aquí. Me cuidaría, me abrazaría por horas como lo hiciera en otros tiempos. Si pudiera ahorrarles el llanto... Si pudiera ahorrarme la muerte... No debo darme por vencido.


Cierra los ojos. Golpea la caja con fuerza usando rodillas y manos.

- Quizás alguien pueda escucharme. Aquí abajo está oscuro, pero allá arriba puede estar el sol en su cenit, y quizás haya alguien cerca de mi tumba.


Repite mentalmente:


- ¡Vamos, quien sea!, ¡escúchenme! Por favor... ¡Ayúdenme, estoy vivo! Les suplico ¡sálvenme!


Se agota después de unos minutos y para. Abre los ojos de nuevo.


- ¿Será que estoy en una caja de muerto, o será simple sugestión? Sé que puedo llevarme a hasta el pavor más absoluto basado en un sonido insignificante... pero esto es distinto.


Se lleva las manos al pecho y nota con extrañeza que no siente el latido de su corazón, pese a que su respiración continúa exaltada; lo pasa por alto y vuelve a su furor.


- ¡Qué error han cometido con migo!, ¡que terrible error! ¿Por qué pasan estas cosas?, o peor aún, ¿por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Vendrán a buscarme?, ¿me habrá escuchado alguien y estará cavando a toda prisa para sacarme? ¡Apacigua tu respiración!, ¡escucha atento!... No se oye nada nuevo, sólo yo y las hormigas. ¡Bah! Sé que es vano albergar esperanzas. Si me han dado por muerto, nadie estará pendiente de mí. Es probable que me reste poco tiempo y quizás debiera aprovecharlo en algo mejor que esperar... ¡Qué ironía!: la esperanza es lo único que queda en la caja de Pandora, y yo quedo atrapado en esta caja, dejando escapar a la esperanza.


Seca el sudor de su frente.


- Quizás sea momento de enfrentar a la muerte, de iniciarme en sus misterios y darle la bienvenida.


Cierra los ojos y suspira.

- Nunca he sido religioso, pero en este instante quisiera imaginar que existe un cielo esperando por mí... un lugar mágico en que conviven los espíritus de antaño con ángeles y serafines que cantan sin cesar acompañados por arpas de dulzor infinito. ¡Vaya!, ¡quiero pensar que tengo un espíritu! Dios debe recibirme en su gloria porque, pese a no haber sido heroico u osado contra las injusticias del mundo, he vivido según mis leyes, en constante creación de cosas bellas que quedarán en la Tierra para inspirar a algunos otros, o al menos, como decoración en la sala de algún conocido. ¡Ah!, ascender a los cielos, que idea tan romántica, tan perfecta, tan deseable... un lugar en que no pierda la conciencia o la memoria y, sin embargo, deje atrás las necesidades y caprichos que atan al cuerpo. Lo único que me causa pesar de conocer a esta muerte acechante, es que no podré terminar mis proyectos inconclusos: no habrá más arte de estas manos mías. Lamento haber postergado por tanto tiempo mi viaje a Ámsterdam. Siento pena al advertir que no conoceré la paternidad... y ¡Oh, qué estupidez!, no me atreví a enviarle esa carta a Sophia. Eso verdaderamente me atormentará hasta en “El Reino de Los Cielos”, no haberle dado ese escrito en que por fin, de todo corazón me despedía. De cualquier modo, nunca más se sentirá acosada por mí.


Respira profundamente

- ¡Bah!, extrañaré tantas cosas de la tierra. Nunca fui un hombre pleno, mi vida estuvo siempre plagada de insatisfacción, de caprichos, de torpeza. Dejé escapar mis horas de inspiración refugiado en fobias y temores, y aunque logré hacer grandes cosas, nunca exploté mi potencial. Sé que experimenté cosas maravillosas y creo que antes del fin me corresponde agradecer... Agradezco a la vida por la oportunidad de haber conocido lo que conocí y lo que nunca conocí, de sentir lo que pude sentir y lo que quedó traspapelado en el archivero de porvenires sin venir, de crear todo aquello que amé crear y aún lo que me faltó por hacer; agradezco esta impresionante capacidad de moverme, respirar, pensar y sentir (lo que aún hago), de recordar y de olvidar. Me agradezco haberme permitido gozar las delicias que disfruté y me arrepiento de aquello que pude haber gozado y no me permití. Pero así es esto, aún ahora, literalmente ‘en mi lecho de muerte’, siento el placer de pensar, de sentir; pues como ella me dijo alguna vez: “Aunque tu cuerpo esté en una mazmorra, si tu mente puede llevarte a otros parajes, nunca estarás cautivo”. Y hoy, en los últimos instantes de mi vida quiero estar a la orilla de un río, oliendo la fragancia de verdores, al aire libre, degustando una cena de pescado fresco y vino blanco, mirando el crepúsculo, escuchando... mhh, escuchando el Réquiem de Fauré. Cuando me vaya, quiero arroparme en un timbre de soprano: “Pie Jesu Domine, dona eis requiem”.



Mueve su dedo índice, dirigiendo la música de su mente. De pronto hace un gesto de repugnancia y se tapa la nariz por un instante.


- Pero... ¿qué perturba mi imagen paradisíaca? ¡Qué olor más nefasto! Aún no me falta el aire y mi sentido del olfato permanece despierto.



Se destapa la nariz para checar si el aroma se ha ido, pero enseguida se la vuelve a tapar y comienza a respirar por la boca.


- ¡Uff!, ¡verdaderamente apesta! Huele... ¡cielos!, ¡huele a muerto!



Completamente asustado y tembloroso toca su pecho, para notar que su corazón no late. Abre los ojos y de un modo extraño, desprende su esencia (en forma de una luz verdosa) del cuerpo inerte, hasta verlo de frente. Su vista se aclara y ve todo tenuemente iluminado. Se acomoda nuevamente en el cuerpo.


- ¡Dios!, ¿es una ilusión?


Repite el procedimiento.


- ¡Es increíble!, ¿cómo...?, ¡¿cómo demonios vine a parar aquí?! Aunque... parece que ya no debo preocuparme por la muerte. Bueno, entonces tengo un alma, es decir, soy un alma y no estoy en el cielo, ¿estaré en el infierno? ¡¡Pero esto es un maldito ataúd!! ¿Estaré, acaso, condenado a vivir bajo tierra y ver a mi cuerpo disolverse? ¡Qué idea más funesta! Pero, ¿por qué estoy aquí? ¿Será éste el cielo que mi mente había preparado?, de ser así, me retracto. No quiero pasar la eternidad en una prisión de carne y huesos... Pero, ¿qué puedo hacer para salir de aquí?, ¿cómo se despierta de una horrenda pesadilla?; mejor aún, ¿qué haces en un sueño cuando sabes que estás soñando? Jugar con el sueño, cambiar las condiciones, ‘volar’... ¡Vamos!, ¡prueba a hacerlo!


Se va desprendiendo lentamente del cuerpo


- ¡Elévate!, deja atrás este cuerpo, esta tumba y vuela por los cielos. Déjate ir...



Sale de la tierra una imagen luminosa semejante a una luciérnaga y se eleva hasta perderse en un cielo estrellado.

2 comentarios:

El Dilema dijo...

me llamo la tencion pero no pude leer :D

Ana Lorena Aguilar Sordo dijo...

Como estuvo eso de que no pudiste leer? Demasiado largo o de plano ilegible? Esto fué escrito con la ambición de ser un cortometraje animado.