lunes, 29 de septiembre de 2008

Embrujo






Entré a la choza atraído por el humo de la música de jazz, había hombres por doquier, hombres de mirada triste que fumaban, jugaban cartas o tocaban un instrumento y en el centro de todos, una mujer de piel oscura como las sombras, con cuerpo de flama y ojos de serpiente que se movía sinuosa sobre la melodía de un saxofón.

Me fue inevitable mirarla de arriba abajo y de regreso, deleitando la mirada en el laberinto de sus curvas, hasta llegar a los ojos que se clavaron en mí como dagas, produciendo una urgencia fatal de estrecharla contra mi cuerpo, así como una flaqueza en las piernas que me impidió aproximarme.

Se mordió el labio y dobló su índice un par de veces. No tuvo que hacer más, mi cuerpo se movió involuntariamente, jalado hacia ella como por un imán.

A sus espaldas se levantó un hombre apuntando una navaja, me tomó un instante notar que venía hacia mí. De pronto ella, sin si quiera mirar atrás, hizo un giro de muñeca y el hombre se vio forzado a detenerse, guardó la navaja y se sentó de nuevo, como todos los otros.

La mujer me apretó contra su cuerpo y siguió bailando lento. El sudor cubría la flor de su piel como un manto de rocío, erizando mis nervios, haciéndome hervir de deseo.

Cuando miró mis ojos desorbitados paró su baile, tomó mi mano y me sacó del lugar. Me guió a través de la maleza. Yo ardía por tirarla sobre la yerba y tomarla ahí, en cualquier lado. Pero ella se mantenía suficientemente distante para evitarme hacerla caer.

El recorrido fue un calvario para mis ganas, pero cuando llegamos a nuestro destino, entendí el motivo de la espera: Al abrirse los juncos se nos reveló una laguna preciosa, negra excepto por el punto luminoso que reflejaba la luna. Ella fue perdiendo la ropa y mis latidos aceleraban su ritmo.

La mujer desnuda levantó un brazo hacia el cielo y lo bajó con fuerza. No pude creer lo que veía: La oscuridad de la noche se desprendió en una lluvia de estrellas y el agua de nuestra laguna se bañó en pequeños puntos de plata.

Se metió en el agua y desapareció bajo la luna. Me quité la ropa y me tiré tras ella, me sorprendió sentir el agua tibia como caricia a mi cuerpo exaltado. Salió entre mis piernas como una sirena, su piel relucía bajo el manto de estrellas mientras nadaba a mi alrededor. Me sujetó, pegó su pecho contra el mío y me besó con veneno en la boca, con el jugo de la vida y la muerte.
Mis manos voraces recorrieron su cuerpo húmedo, la apreté contra mí, queriendo atraparla y se me escapó como un pez derritiéndome en la angustia. Jugaba a hacer contacto y huir, no se daba y mi cuerpo temblaba ebrio en su humedad, rugía por sentirme dentro de ella. Cuando la desesperación comenzó a menguar el deseo se dejó sujetar por mis brazos y la hice mía.

Nos quedamos dormidos sobre la maleza y al despertar busqué mi ropa con ansias de fuga, pero ella me cachó con la mirada y me jaló hacia sus pechos.

- Serás mío. – Susurró a mi oído, pero yo quería irme y mi mente respondió “No”.

- No es pregunta, te aviso que serás mío.

Y arrancó un mechón de mi cabello, prendió una llama entre sus manos y sopló sobre mi rostro las cenizas.

- Eres mío, y nunca te irás de mí.

Mi corazón retomó su ritmo agitado y la deseé como nunca, mucho más que la noche anterior. Me envolvió entre sus piernas y conocí por un momento la felicidad plena.

Al caer la noche regresamos a la cabaña. Ella bailaba y no me permitió bailar con ella, así que me senté a saborearla con los ojos.

Un hombre que no era del lugar se dirigió hacia ella, mi amada se mordió el labio y le pidió que se acercara. Yo me levanté en un impulso, queriendo golpear al forastero, pero con el movimiento de su muñeca me detuvo, lo tomó de la mano y se lo llevó fuera. Me senté junto a los otros, me miré en sus ojos anhelantes, y comprendí entonces la profundidad de nuestra tristeza.













2 comentarios:

Marcelo dijo...

Fantástico. Cuanta tristeza en esos hombres pero, cuanto placer que recibieron. A veces, unanoche bien vale la eternidad.
Un beso.

cHaP dijo...

De mis preferidos no dejes de comparitr al mundo tu talento.
amada mia.