lunes, 14 de abril de 2008

Lalal




Luego se siente desolada, ahogada en mareas de carne, a veces no quisiera ser repasada por tantos ojos y dedos que no sienten más que la ansiedad de un segundo, pese a que ella acostumbra tener el cuerpo dormido y esas yemas son sólo un hormigueo distante.

Al terminar esos momentos se escapa hacia el balcón y enciende un cigarrillo en lo que llega el otro. No le tiemblan las manos de esperar la rutina incesante, ya nada le tiembla y extraña de vez en vez el gemido que se extinguía entre labios. Han pasado temporadas atemporales desde que alguien buscó complacerla.

La primera vez salío a la calle de tacones altos por arrancarse la soledad de un instante... ahora le pesa sentirse descalza y sola casi todo el tiempo. Entonces se sentía seductora y medía en billetes los gramos de su belleza; ahora da lo mismo ser una madonna o la mantarraya, que igual vienen.

Amada por tantas hombrías y es mirada por la luna con desprecio. Fuma lento y ruega en silencio que llegue y que no llegue el quinto. Sola siempre, pero siempre acompañada de sudores especiados que flotan, hierven sobre las sábanas y no se quitan con perfume.

Se agota el tiempo y no llega, le llaga la soledad devastadora y se precipita al fondo del abismo con la mirada sedienta. Baja a la calle habitada sólo por unos pasos: tacones que dan vuelta a la cuadra.

Se dibuja entre sombras una mujer de cabellera roja, con el vestido ajustado y las medias de red, dispuestas a cachar uno o dos peces en la penumbra.

- Cariño, ¿me prendes el cigarro? Esta noche ha sido fatal. Ni un alma.

Le ofreció fuego y la breve luz del encendedor delineó sus facciones. Lalal miró de reojo el bulto en su vestido, vertiendo una mueca translúcida. Era una travestida y sin dudas buscaba lo mismo que ella: unas manos que la abarquen, las que sean.

Coincidieron sus miradas y en la amargura del encuentro no hubo brillo, pero a sus adentros se desató un deseo liviano.

- Ven conmigo, hace frío y yo tengo un cuarto arriba... La verdad es que no quiero pasarla sola. -Dijo Lalal.
- No soy barata, cariño, y por regla nunca hago descuentos, mucho menos favores.
- Ven pues, te pago completo.

Pisó la colilla con el tacón y subió tras ella.

La desvistió lento, la penetró, bordó labios y dedos sin alcanzar un clímax (a la vestida sólo le gustaban los hombres y ya ni tanto). Pero Lalal se sintió una reina besuqueando sus tetas falsas, tomando el placer a su gusto, temblando de a poco.

Al poco rato llegaría el cliente de las tres, así que se puso la ropa y dejó un poco de plata sobre el buró. Se fumó otro cigarrillo en el balcón y la espera se tornó interminable: cada hora ante la luna burlona, cada día una cajetilla y una piel tras otra acompasando su desvelo... Sola, solísima hasta encarar la cadencia de los tiempos.

1 comentario:

Victor Léycegui dijo...

PENETRO SUS CABERNAS??? De donde la retorica espeleologica? que no estabamos hablando de una puta? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA CHAFA, NO CHAFISIMA!!!

CAJETILLA DE MARLBORO?? Porque de Marlboro??