sábado, 28 de septiembre de 2019

Todos lo sabemos porque lo hemos sentido, pero pocos lo tenemos consciente y nos cuesta trabajo aceptar que las emociones no vienen de 1 en 1.
El momento en que me enojo no siento una ira en su perfecto estado de pureza, quizás incluso lo que llamamos enojo es parte de un tejido compuesto de varias emociones. Cuando me enojo por algo, me siento triste también, me siento defraudada, enojada conmigo misma por anticipar algo que tenía esperanzas de que sucediera, pero percibía que no iba a suceder; es un enojo contra mí por colgar mis expectativas a la otra persona, pero eso no quiere decir que a la vez deje de sentirme enojada porque la otra persona no cumplió con esas expectativas y eso me hace sentir dolida, estúpida pero dolida. Pienso y en el momento que se asoma el pensamiento lo golpeo con un mazo porque lo odio y me odio por pensarlo, pero no puedo negar que existe: "si me amara de verdad haría el esfuerzo, sabría leer entre líneas, intuiría, porque he dicho de mil formas que esto era importante para mí" y mi reacción furiosa no viene en un grito, porque mi enojo nunca trata de imponerse alzando la voz, sino con un silencio.  Me alejo y azoto la puerta, dejo que las cosas griten por mí.  Cuando estoy encerrada, aislada, viene un sentimiento de culpa y ridiculez que me hace sentir como si estuviera en una cápsula del tiempo y quien soy en ese instante no es una mujer, sino una niña pequeña que está haciendo un berrinche y lo único que quiere es que su mami le diga que todo va a estar bien y que la quiere a pesar de todo.
Cuando estoy feliz tampoco estoy feliz enteramente. Basta ver esos momentos en que la gente "llora de felicidad". La gente que llora de felicidad, llora porque se le desbordan las múltiples emociones en ese momento: Llora por la tristeza de saber que tenía tantas esperanzas pero poca fe de que eso pudiera sucederle, llora porque se siente tan bien y sabe que ese momento se va a terminar, siente que el momento es casi ireal y fugaz y teme olvidar cómo se sentía; llora por la culpa de recibir algo que siente, en el fondo, que no merece. Llora porque le recuerda los sufrimientos de su pasado y cuando  sus expectativas han sido rebasadas viene un poco de enojo también, el enojo de no haber tenido antes la oportunidad de cumplir sus sueños y de haber pasado por tanto sufrimiento antes de llegar ahí y nunca ha sido un llanto de felicidad, es también de tristeza, de culpa; tristeza por porque es delicioso y cuando termina te das cuenta que es sumamente breve, miedo porque no sabes si volverás a sentir algo como eso.
 Cuando nos sentimos felices por otros rara vez nos sentimos felices enteramente. Todas estas emociones son tabú, sólo debemos sentir las cosas buenas, sólo debemos alimentar esos sentimientos positivos y al reprimir los otros nos hacemos daño, nos generamos ansiedad, nos generamos el problema de no identificarnos con nosotros mismos al ser demasiado políticamente correctos.

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